Me he dado cuenta de que es muy fácil ser polite (y digo un anglicismo, a pesar de que soy muy partidaria de usar lo autóctono, pero es que cortés tiene connotaciones que me chirrían) cuando tienes una persona como yo al lado. Tengo una amiga que suele decirme que digo las cosas tal como son, y no había entendido la frase hasta hace bien poco, se refiere a que nunca tengo dobles intenciones y que si algo me gusta o bien me desagrada, pues lo digo, porque me enseñaron que estar en desacuerdo no es malo, todo lo contrario, aporta.
Hace bien poco una compañera me dijo que tenía que aprender a callarme, ¿QUÉ? Si bien he aprendido que hay batallas que no merece la pena librar, o que es mejor una retirada a tiempo, también sé que dejar claro lo que pienso y mi punto de vista me ahorra muchos malentendidos (que es el gran mal del conflicto). Callar y tragar me pega más con lo de "cortés", pero ni con mi personalidad ni con lo que creo que debería ser. En resumen, que me paso la vida librando luchas que ni siquiera son mías, con lo que mucha gente ya confía con que lo haga y deja ese peso sobre mí. Recientemente, la que me pidió silencio, me reclama ahora que luche por ella. A ver, combatiente, pero no estúpida. Mi nueva yo se ha dado cuenta de que vale la pena luchar por los que no tienen voz, los que la tienen, que la usen.
Una cosa es decir lo que se piensa, y otra en cómo, el cuándo, el a quién, y el si procede. Una cosa es ser sincera, y otra sincericida.
ResponEliminaEn el blog digo todo lo que me callo en público. Un beso
ResponEliminaAh, la sinceridad. Bien o mal utilizada es muy útil: propicia la soledad y te aleja de los gilipollas.
ResponElimina¡Ni te imaginas cómo te entiendo! Y estoy aprendiendo también. :))
ResponEliminaBss
Pues creo que tu postura es la más auténtica. Me enerva mucho esa gente que por un lado de recrimina algo y luego no es consecuente.
ResponEliminaFeliz sábado.
Supongo que como todo, el equilibro es una buena forma de estar bien tanto hacia el exterior hacia el interior.
ResponEliminame ha recordado un poco a una persona que en los blogs y foros que había entonces y en alguna quedada donde coincidimos en persona, me ignoraba totalmente. y luego me escribió diciéndome algo así como que saliera en defensa de una amiguita suya que se había peleado con alguien. siempre has pasado de mí como de la m***** y ahora vienes a decirme lo que tengo que hacer?
ResponEliminaEstoy de acuerdo contigo. "El que tenga voz que la use"
ResponEliminaFeliz domingo
No está mal esa conclusión.
ResponEliminaY que contradictoria resultó la amiga que pidió que te pidió Silencio.
Besos.
Creo que hay que dar la opinión cuando te la piden. Si mi opinión no coincide con la de mi interlocutor y no me la pide, yo no se la doy. Me he vuelto cómoda...
ResponEliminaBesos
Debe ser cosa de la edad, pero yo ahora estoy en la filosofía del, con perdón, sudapollismo. Como bien dices, debemos elegir las batallas con mucho cuidado. Sólo discuto cuando me va mucho en ello, de lo contrario, pues mira, que paso.
ResponEliminaEn efecto, hay que saber elegir tus batallas. Y sí puede hallarse ese delicado equilibrio entre la honestidad y la prudencia cortés; es difícil, pero posible.
ResponEliminaPues ahora que lo dices, yo tampoco conocía su significado, aunque tampoco me había interesado tanto como para buscarlo. Gracias.
ResponEliminaLos malentendidos son divertidos, hasta que se convierten en dramáticos, cosa que no siempre pasa.
Por el comentario de antes pensaba que eras bloguera nueva, pero aquí he visto que eres de años. Ya he encontrado lo de "seguidores"
Ssludosss
Ayudar, sí; hacer el primo, no.
ResponEliminaSalu2.
Es mejor decir lo que uno piensa. Es sano no quedarse reprimiendo disgustos, aunque disminuye mucho el círculo de amistades. Lo que también es mejor.
ResponEliminaUn abrazo.