Hace un tiempo vi un documental sobre la ropa que donamos en esos contenedores que hay en los centros comerciales, como para hacernos sentir mejor por haber caído en el irremediable pozo del capitalismo... Allí explicaban que el sobrante de esas prendas se manda a países con los que hay acuerdos, lugares en los que no quieren que les mandemos nada más, pero tienen pactos de aranceles y de ayudas que los obligan a aceptar un montón de ropa que acabará en los océanos (la imagen era terrible, playas enteras en las que no había arena, solamente ropa). Y ahora ya ni siquiera tengo esa vía de escape, porque después del documental tengo un sentimiento terrible de culpabilidad.
Por tradición familiar, siempre he usado ropa de segunda mano, es decir, que era la más jovencita del bloque y de la saga, así que aprendí a reciclar y a reutilizar. Hace poco, compré una chaqueta preciosa en una reconocidísima plataforma de venta de segunda mano, al ponérmela, metí la mano en el bolsillo y... ¡había un regalo! He heredado unos auriculares B&O. No sabéis la ilusión que me hizo, es como cuando me compro un libro de segunda mano y dentro encuentro un mensaje bonito, una flor seca o un punto de libro bonito.
Al final, lo único ecológico, es comprar lo menos posible y estirar las cosas al máximo. La ropa de usar y tirar es un error, por mucho que a veces necesitemos el chute de comprarnos algo
ResponEliminaPero, oye, lo de encontrarse un regalo, nunca te ocurrirá con algo nuevo :)
Ses, se habla poco de eso y poca veces veremos por televisión esas playas de ropa. El poderoso mundo de la moda, y los y las subnormales ricos y de a pie que se gastan poco o mucho dinero en él, también son culpables. Pero nadie va a abrir ese melón.
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