DNI

La última vez que renové el DNI ya fue para 10 años. Lo estaba deseando, porque ese trámite siempre me supone una pérdida de tiempo, a pesar de coger hora. Además, que no sé qué pasa, pero nunca quedo bien en esas fotos: durante muchos años tuve una especie de aureola en la cabeza, después parecí una presidiaria (nunca os pongáis camiseta a rayas para esas fotos) y, ahora, una adolescente con sonrisa forzada (sí, mis queridos lectores, sorprendentemente, me quita años, pero no en el buen sentido). Así que cada vez que lo enseño tengo que intentar poner esa cara de niña, o no cuela.

Mi padre, que es la persona más despistada que conozco, suele contar que la última vez le dijeron que firmara y cogió el rotulador y garabateó la mesa (te hacen firmar en una superficie blanca). Se ve que la señora policía se puso como una loca y él con cara de soy feliz preguntándole, ¿no tenía que firmar aquí?

De todos modos, seguro que es hereditario, porque a mí me pasó algo parecido en Correos (y por las marcas comprendí que no soy la única). Cuando digitalizaron las firmas en Correos, y nadie lo sabíamos todavía, me dijo el chico que firmara. Había un boli y firmé, tan pancha, pero en la pantalla. Pensaba que me mataba. Luego comprendí que era lo lógico, pero en ese momento solo podía pensar en por qué habían dejado un boli, si no era para usarlo en la pantalla.