Una mujer en la silla n

Hay cosas importantes de las que hay que hablar: ayer ingresó en la Real Academia de la lengua española una de mis favoritas, Carme Riera. Me tira por varios motivos, en primer lugar, por el hecho de ser mujer académica, porque no nos engañemos, que mucha igualdad en las sillas no hay y eso que las aulas de filología siempre han estado repletas de mujeres, los hombres escaseaban en ellas.

En segundo lugar porque una de las primeras cosas que dijo después de que se lo notificaran fue "no pienso aportar un toque femenino". Siempre he defendido que tanto en la lengua como en la literatura no hay ninguna distinción, por mucho que se empeñen, y sus palabras me llegaron, las comprendí. De todos modos, si me nombraran (ja, ja, ja) y me dejaran, creo que retapizaría la silla con algo de flores o algo más retro, pero eso es mi lado hortera, no el femenino.

Por otro lado, es una filóloga de pies a cabeza, escribe en mallorquín, catalán y castellano y traduce sus propios libros. No soporto esas traducciones literales en las que se pierde el sentido y por ello la admiro más, porque fue capaz de cambiar el nombre a una de sus novelas porque para ella el significado cambiaba absolutamente, y así era. Os la recomiendo y me alegro por su triunfo y el reconocimiento a su carrera.