Oda a los suizos

Tenía una amiga suiza, y sé que suena raro, no se ven mucho, no salen del país porque allí todo es maravilloso y toman todas las decisiones por referéndum, igual que aquí, vamos. Pues eso, digo que la tenía porque hace tiempo que no nos vemos y soy poco dada al apego... ya me estoy yendo por los cerros de Úbeda.

¡Qué buen invento!

Pues eso, que esta amiga, cuando salíamos de fiesta (años 20 más o menos por lo lejano que me queda), solía decir que en España debían de enseñarnos a bailar en la escuela, porque todos lo hacíamos muy bien. O sea, es lo mismo que decir que a ellos les enseñan a pensar gracias a su sistema educativo, porque tienen criterio y razonamiento (calla, que eso sí que es verdad). Eso sí, yo la quería mucho, por su elocuencia y porque siempre me traía chocolate cuando volvía de su país (totalmente desinteresada).

 No me explico cómo son la capital del chocolate, ¡si el cacao es de clima tropical!

Lo más gracioso es que soy bastante pato bailando, pero ella era la descoordinación personificada, parecía que le dieran descargas eléctricas, eso sí, muy digna y elegantemente, que para eso son tan neutrales y respetuosos, prueba de ello es que conviven en un plurilingüismo territorial ideal (ahí queda dicho, en plan subliminal, que hoy me he levantado guerrera, pero políticamente correcta).