dissabte, 15 d’agost del 2015

Quiropráctico

A mí, en general, no me gusta mucho que me toquen (a excepción del roncador, claro). Estoy yendo al quiropráctico, a ver si me deja como nueva o, como mínimo, para ir tirando, y el primer día casi le doy un sopapo por ponerme la mano en la espalda.


No sé qué pensaba que me haría, pero evidentemente, tendrá que tocarme para poder hacer algo... pobrecillo, el segundo día me miró con miedo. Acababa de tomarme la medicación, así que un poco más y me quedo frita. No es que me haga mucho, pero empieza a gustarme que me toque, salí de ahí con dolor, pero de un relajado... O sea, mi quiropráctico viene a ser un masajista.


Y pensar que hay gente que paga para que le den abrazos...

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