dijous, 30 d’abril del 2020

La fuga

Desde el día 13 de marzo he salido de casa un total de 3 veces. Al principio tuve una especie de claustrofobia, me mareaba y sentía que necesitaba sacar la cabeza por la ventana (a falta de otra cosa); pero ya ahora me está pasando lo contrario, que la última vez que salí sentí como si el cielo fuera a caérseme encima, o sea, una agorafobia como una catedral. Si es que al final va a ser cierto eso de que en casa mejor que en ninguna parte, a pesar de que todos los días (inclusive los festivos) han estado de obras en el sexto que, por lo que pican, fijo que han montado ahí un festival de martillos y taladros (si existiera tal cosa), o están montando la fuga de Alcatraz.

Además, por fortuna, tengo la fecha de la operación como punto de partida del confinamiento, porque están empezando a hablarme por semanas y a mí eso me trae loca. Me pasa igual con los embarazos, que pierdo tanto tiempo contando que al final desisto. Mi único consuelo es que seré de las últimas en salir: entre los inmunosupresores y la cojera, hasta que no suelten hasta el último colectivo, yo me quedo en casita, y ya no por precaución, porque ante la duda me espero a la última.

dimarts, 28 d’abril del 2020

Muero de amor por Lope

Suelo contarles a los alumnos que Lope era lo que hoy llamaríamos un ligón, las enamoraba a puñados, un soneto suyo y las dejaba a todas en enaguas. Es un decir, es para que la literatura les enganche; sin embargo, me pregunto: ¿Hoy en día sería Trending Topic, tendría millones de seguidoras en Instagram?



En realidad, sospecho que no. Las nuevas generaciones prefieren la imagen a la palabra, son todo postureo, y lo demuestran sus fotos en las redes, porque nadie puede salir tan perfecto siempre, que se las saben todas. Un día les pregunté abiertamente si estudian la postura ante el espejo cada noche, y enmudecieron (El que calla otorga). 

diumenge, 26 d’abril del 2020

A por el pan

Hace unos días leía que tres de cada cuatro españoles son celíacos, algo que me sorprendió muchísimo y que debería ser motivo de estudio. Lo más curioso es que vivo en pleno centro de mi pueblo, rodeada de tiendas, y la que tiene más cola es la panadería. Me pregunto qué deben de comprar si la mayoría tienen intolerancia al gluten. Y aunque tuvieran panes de espelta o de maíz en la tienda en cuestión, que no es el caso, no sé yo si me fiaría mucho de que no haya trazas (o lo que sea); pero es que yo soy desconfiada, sobre todo si me sienta mal algo.


Además, hace muchísimos años que me hago el pan en casa, básicamente porque nunca me ha gustado demasiado, y descubrí que, al hacerlo yo, su sabor y textura eran más de mi agrado. Así que cuando empezó todo esto y hubo esa histeria por la harina de fuerza, que dejó todas las estanterías de las tiendas sin existencias, también me extrañó pensar en esa estadística: 3 de cada 4. Y lo más sorprendente, que la gente no sepa que se puede hacer pan con todo tipo de harina, incluso la de trigo.

divendres, 24 d’abril del 2020

Santa Claus en abril

Tal como os conté, esto del confinamiento me pilló en pleno traslado, y ahora empiezan a llegar algunas cosas que tenía pendientes, ¡como las sillas! Me sabe muy mal, me siento culpable porque al pillarme de baja puedo permitirme quedarme en casa (cosa que hago a raja tabla, sobre todo porque no puedo apenas caminar), así que les agradezco muchísimo a los transportistas mantener mi casa con algo de orden y poder sentarme a la mesa a comer.


Vivo en una especie de pecera, un piso en un entresuelo sin balcones, pero con unos ventanales enormes desde los que no puedo evitar observar la calle. Hoy me he fijado en el repartidor de Amazon, sin mascarilla, que deja su furgoneta aparcada en la plaza y va repartiendo paquetes en el barrio como si se tratara de Papá Noel. A mí que me tenía preocupada que en mi apartamento ya no tengo chimenea, ahora sé que por Navidad él podrá llegar... y hoy, si tengo suerte, porque sé que el roncador le ha dejado un regalito para mí y mi nuevo hogar, después de un Sant Jordi sin rosas ni libros (qué raro todo).

diumenge, 19 d’abril del 2020

¿La comunidad o un cuento de hadas?

Uno de mis mayores sueños era tener una casita al lado de la playa (sí, igualito que una película moña de las de domingo por la tarde), así que junto con el roncador lo hicimos realidad ya hace unos cuantos años. Con la separación, he vuelto a vivir en un piso, así que ya apenas recordaba lo que era vivir en una comunidad de vecinos, y mucho menos en pleno confinamiento. 


Últimamente me viene a la cabeza la magistral película La comunidad, porque es un tipo de convivencia que no eliges, pero con la que tienes que convivir o sufrir. Espero con el tiempo cambiar de opinión, por ahora no he hecho más que imaginarlos, y mis favoritos son los que tienen varios pájaros que durante toda la mañana cantan incansablemente y hacen que me sienta como en un cuento de hadas.

divendres, 17 d’abril del 2020

Nuevas formas de ligar

Esto del confinamiento se ve que también está afectando a la moda, y no me refiero a los pijamas, que supongo que también, es que he visto ya en alguna tienda online esas viseras a modo de protección o barrera en todos los colores, y decoradas, ¿hasta ese punto llegamos?¿De todo se hace un negocio? 


A ver si de paso se ponen de moda los monos protectores y a partir de ahora se va a ligar más con el poder del eyeliner que con un buen escote, que por otro lado me iba a beneficiar (pensándolo bien, para qué quiero yo ligar). Es todo tan extraño que supongo que no sabemos ni cómo reaccionar: hala, todos a practicar una buena caída de ojos.

dimecres, 15 d’abril del 2020

Esa máquina infernal

Esta semana, finalmente, me he animado a instalar la Roomba. Me la compré en una tremenda oferta que encontré hace meses y pensé que sería ideal con el pelo de gato. Pues bien, creo que de lo que saca esa máquina del suelo podría crear un nuevo gato, como un golem gatuno. Lo cierto es que gata y yo nos subimos al sofá cuando está en funcionamiento, porque esa máquina parece que haya venido del infierno, nos da algo de miedito y nos tiene acojonadas. Lo cierto es que la he levantado del suelo antes de apagarla, para redirigirla, porque es algo errática en su recorrido, y estoy segura de que ha proferido contra mí algunos insultos o conjuros maléficos (se ve que es inglesa y no habla español). El GPS del roncador, cuando se enfada porque no le hacemos caso, también nos habla en inglés, igual están confabuladas.


Lo cierto es que me decidí a dejarla en modo manual, nada de programarla, puesto que mi primo lejano (no tengo otros) la tenía programada para que limpiara dos veces por semana y cuando se fue de vacaciones le llamó la policía porque pensaban que había ladrones en su piso, y no era más que la máquina limpiando.

dilluns, 13 d’abril del 2020

Fashion

A mí todo esto del confinamiento me ha pillado en mitad de un traslado y recién operada del pie, así que los primeros días tenía la sensación de que todo el mundo se había solidarizado conmigo y por eso no salían de casa, lástima que ese no fuera el motivo real.



Hoy bromeaba con mi madre con que no nos apetece llevar puesto nada más que el pijama, y le comentaba que igual sería divertido vestirnos y arreglarnos para ir a dormir, porque no apetece ir por casa engabanado, pero igual en la cama... Total, a mí solo me ve la gata y le importa más bien poco lo que lleve, aunque le gusta bastante el tacto suave de la bata.


Igual me animo y me monto un desfile de moda por todo lo alto, tengo que desempaquetar las cajas y estaría bien decidir si voy a utilizar toda esa ropa o bien alguna puedo desecharla.

dissabte, 11 d’abril del 2020

Regálame tu suerte

Voy a contaros algo muy divertido: el roncador y yo pedimos exactamente lo mismo en una plataforma online, a él le llegó y a mí no. A veces bromeo con que gracias a él  mi mala suerte suele compensarse, pero lo cierto es que me lo creo, y con cosas así me queda todavía más claro. Cuando estamos juntos se compensa, pero si es un caso como este se vuelve en mi contra.


Si se trata de hablar telefónicamente con atención al cliente lo tengo claro, llama él o puedo pasarme todo el día intentando hablar con alguien. De hecho, cuando íbamos a la universidad él era el encargado de hacer todas mis gestiones con secretaría, si bien es cierto que ahí trabajaban mujeres entraditas en años y él era el único chico de toda mi clase, así que igual eso le daba puntos (y que es un encantito, claro está).

dijous, 9 d’abril del 2020

TEPT

Cambio de planes, cuando todo esto termine nada de irme a ninguna parte, ni de celebrarlo por todo lo alto, todo mi dinero va a ir destinado a insonorizar la pared de mi habitación, que da contra la de los vecinos: me alegro de que su vida sexual vaya tan bien, pero como sigamos así la comunidad de vecinos tendrá que pagarme un psicólogo por estrés postraumático grave. Y si solo fuera eso... son argentinos y lo viven todo de una forma tan exagerada y pausada, que ya no sé si aburrirme o pedirles que dejen de soltar tacos.


Por el momento, cuando escucho los preliminares me pongo música, los tapones o me seco el pelo, porque la duración es más bien breve y es llevable, pero como me pille desprevenida no me da tiempo a reaccionar. Y entre ellos y las palomas (luego dirán de los conejos) esto empieza a parecer un prostíbulo.

dimarts, 7 d’abril del 2020

Un error lo tiene cualquiera

Mis padres han salido dos veces a comprar desde que se inició el confinamiento, les advertí que era mejor ir uno solo, pero mi madre me hizo ver que si no van juntos tendrán que salir más a menudo, porque ninguno de ellos puede con tanto capazo, así que se lo perdoné (esa mujer es pura sabiduría). A lo que añadió que, después de tantos años, lo que pasa por uno pasa por el otro (así de explícita fue).


Mi padre no suele hacer la compra solo si no es en casos extremos y bajos supervisión de una lista muy detallada, y corriendo el riesgo de que acabe comprando cualquier cosa de la que todos nos arrepentiremos. Tiene lo que viene a llamarse incapacidad natural para estos menesteres, y no es que no lo intente, es que nos ha demostrado sobradamente que no puede. Sin ir más lejos, a pesar de haber ido juntos, el buen hombre vio una lata de paté y le entró un antojo repentino, a pesar de que en las imágenes promocionales hubiera ilustraciones clares de canes, y no se dio cuenta de que era comida para perros. Mi madre se enfadó con él muchísimo, yo todavía me estoy riendo de ello, y pienso sacarlo en todas las reuniones familiares futuras.

diumenge, 5 d’abril del 2020

Manteniéndome en forma... o no.

Esto del confinamiento tiene algunas ventajas para la operación bikini, entre otras y que solo me afecta a mí, que en el traslado me olvidé de la báscula, así que ojos que no ven corazón que no siente. Además, como voy en pijama casi todo el día o bien la goma del pantalón se ensancha o bien estoy como siempre. Y para terminar, no tengo acceso a todo aquello que pueda engordar, porque en mi nevera empieza a haber telarañas.



Por si mi concepción de mi peso no era el adecuado, y por puro aburrimiento, pensé en hacer algo de ejercicio, con el impedimento de que estoy recién operada del pie y tengo movilidad reducida, y a eso sumémosle que no tengo un piso espacioso. Al fin encontré a una chica que aprovechaba cosas que cualquiera tiene en su casa, y ahí el primer problema... que todavía no me han llegado las sillas ni creo que me lleguen hasta pasada esta locura (algo que entiendo y que seguramente también me mantiene en forma por no poder sentarme); mi sofá es de tamaño reducido, aunque muy cuco; no encuentro paredes en las que apoyarme porque ya están ocupadas; y un largo etcétera, pero seguí intentándolo. Segundo problema, tengo moratones por todo el cuerpo, esa chica vive en una mansión y yo me he dado contra todas las paredes, muebles y objetos posibles. ¿Será que mejor debería quedarme quietecita o limitarme a las sentadillas en un mismo sitio, el sofá, y ya veremos?

divendres, 3 d’abril del 2020

La ventana indiscreta

Hasta ahora he pensado que vivimos en una sociedad civilizada y entiendo que la gente que está en la calle es cívica y está ahí por un motivo concreto, que es todo suyo y está más que justificado. Puedo permitirme el lujo de quedarme en casa y no todo el mundo puede. A pesar de ello, ayer, durante un buen rato, esa concepción pasó a ser que hay gente que no está nada bien de la cabeza. 



Entiendo que llevo demasiados días encerrada en un minipiso en el que falta la mitad del mobiliario, estoy recién operada y no tengo un balcón en el que tener la sensación de aspirar algo de aire. No me gustaría convertirme en una nazi de las ventanas, porque creo firmemente que el señor que ayer dio de comer migas de pan a las palomas en frente de mi casa, y que me tuvo hipnotizada o indignada (no sabría decir) durante media hora, tenía que tener algun trastorno que justificara semejante estupidez. 



Hacía apenas unos minutos había descubierto una vertiente romántica de mí misma enamorada del hecho de que unas tórtolas habían hecho un nidito en mi ventana, entre el enredo de cables telefónicos digno de una obra de Tàpies y que recorre el frontal de mi ventana como si se tratara de un tendedero improvisado (del que haría uso si no pensara que iba a electrocutarme o a multarme el ayuntamiento, aunque permitan el cableado y al señor que da comida a las palomas). Mi madre, como siempre, me bajó a la tierra, y me dijo que en unos días tendría los alféizares llenos de cagadas de pájaros.

dimecres, 1 d’abril del 2020

La revolución de los escargot

Advertencia: mo recomendable para ser leído mientras comes.
Ahora que en estos días estoy comiendo lo que hay, no lo que me apetece, me ha dado por pensar en comidas que, en esta vida, he tenido que ingerir y que me dieron mucho asco. Lo que más, una vez que me invitaron a angulas y me comí por puro compromiso y educación, pero me pasé días pensando en su viscosidad y en su presencia dentro de mi estómago. No soy demasiado escrupulosa, de hecho, suelo pensar que no me importaría comer insectos, incluso creo que los escarabajos deben de tener su punto bien crujientitos.



Otra cosa que me da coraje son los caracoles, pero seguramente es debido a que en mis tiempos mozos trabajé en una frutería y allí los vendíamos: cada vez que tenía que vender una bolsa me daba un ascazo terrible meter la mano, ahí purgando durante días, que olía eso terriblemente mal... hasta que un día se escaparon e hicieron el agosto con todo lo que pillaron. Fue el día de la liberación de los escargot.
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