dissabte, 22 de setembre del 2018

Chupasangres, y no son mosquitos

Para los que cuando digo que tengo algo de gafe se ríen y creen que soy una exagerada, incluido mi querido marido, lo que tenía que ser un análisis de sangre sencillo se ha convertido en un mes de espera y tres pinchazos. O bien mi sangre tiene algo de especial o bien siempre me tocan a mí los más ineptos, y eso solo puede llamarse mala suerte.

A este sí que le hubiera dejado chuparme la sangre.

La primera vez, después de dos semanas, comprobé cómo no solo no tenía los resultados, resultó que se habían equivocado en anotar lo que tenían que pedir. La segunda vez la excusa fue que mi sangre estaba emulsionada (la verdad es que no supieron explicarme muy bien qué pasaba, pero si me dicen que está esferificada también me lo creo). Y ahora, a 5 días de la hora con el médico, espero que mis dos último tubos sean válidos y no se encuentren con tropiezos en el camino, porque al tipo que me saca la sangre ya le veo una especie de brillo sádico cada vez que le toca extraérmela.

dilluns, 17 de setembre del 2018

No todo lo que reluce...

Vivimos en un mundo en el que la belleza, el aspecto físico, lo es todo, y no solo del ser humano, incluso la comida que compramos: esas manzanas rojas, de forma perfecta, preciosas, apetecibles, que brillan de la cantidad de cera que les ponen..., y sin sabor a nada; si es que me recuerdan tanto a las de las malvada madrastra de Blancanieves que no puedo evitar pensar en la moraleja de los cuentos, y en la estupidez del ser humano.


El aspecto lo es todo, qué más da lo que haya en el interior si rezuma belleza y perfección. En un mundo de "likes", de filtros y de enfoques, a veces tengo la sensación de que poco importa ser buena persona, tener empatía, preocuparse por el prójimo, porque todo es de cara a la galería. Y cuando crees que ya lo has visto todo, me encuentro con la noticia de que le ponen ojos de plástico al pescado para que sea más atrayente.

divendres, 14 de setembre del 2018

Como tu hija, ¡NO!

En este mundo en el que vivimos hay cosas que no alcanzo a comprender, como es el caso de la moda. Nunca me ha preocupado demasiado lo que estaba en voga, así que todavía me sorprende cuando los alumnos me dicen que "estos pantalones que llevas son tendencia" o "somos muy fans de tus camisetas", más que nada porque algunas prendas tienen sus añitos y lo achaco a que en esta vida todo es cíclico y yo ya soy, no de otra década, de otro siglo. Por fortuna, mis genes maternos me dieron una carita de cría y una piel que por fuerza confunde a todo el mundo; y mi padre, que no es precisamente guapo, me dio un pelazo que envidian hombres, mujeres e incluso algunos animales.


Pero con lo que no comulgo y en eso sí que me pongo seria en cuanto a MODA es que las madres vistan con la misma ropa que sus hijas (algo que no he visto en padres, igual se da y no me he fijado, aunque no creo). Por varios motivos, aunque los principales son: falta de identidad, ya vivieron su adolescencia y no hace falta traumatizar a la niña, ya no tenéis edad y porque no es normal, que ponerte su ropa no significa volver a la juventud, a mis ojos es más bien ridículo. 

dimarts, 11 de setembre del 2018

Entrando en la vejez

Bueno, ha llegado ese momento que tanto temía: siempre me ha gustado lo que yo llamo ropa de vieja, o sea, los topos, las prendas floreadas e incluso los volantes. Solía decir que podía llevarla porque era joven, pero hoy he visto el reflejo de mi madre al mirarme, ¡y no me ha gustado nada! De todos modos, no estaré preocupada hasta que me dé por llevar dorados y lentejuelas, ahí ya puedo comprarme un taca taca, que me va a quedar poco para la jubilación.



Sin ir más lejos, la última es que me he comprado en el supermercado pastillas efervescentes para limpiar la dentadura. Bueno, en realidad es para la ortodoncia, solamente llevo una férula para dormir, pero la deja como los chorros de oro. ¿Qué será lo próximo? ¿Un sonotone?

dilluns, 10 de setembre del 2018

Aplausos

Hay algo que nunca entenderé del teatro, de los conciertos y, en general, de los espectáculos con público: los aplausos. A ver, a mí cuando algo me gusta mucho, aplaudo. Puede ser algo que me comentan, una disertación, incluso un espectáculo; pero lo que no espero es que cada vez que trabajo me aplaudan, y eso que me pongo delante de 30 niños y me monto un espectáculo que chapó, ríete tú de cualquier monologuista del club de la risa. 


En cambio, en un concierto de música clásica, por ejemplo, cuando aparecen en escena, hala, todos a aplaudir, menos yo, claro, porque no sé si me va a gustar o no, ni si van a despertar en mí esa necesidad de elogiarlos. Pongo un ejemplo: el barrendero de mi pueblo, el otro día, me dejó la calle como los chorros del oro, que no le aplaudí porque eran las 7 de la mañana, a pesar de que la cosa era para darle un olé. En resumen, hay que ser muy ególatra para esperar que cada vez que sales al escenario la gente responda con una ovación, que ya voy motivada y he comprado mi entrada... y a esta gente no le basta con el sueldo, también necesita el reconocimiento. Anda, que si me hubieran dejado elegir a mí quién vivía y quién no en un circo romano, no sé yo cómo hubiera ido la cosa. Ahí lo dejo.

diumenge, 9 de setembre del 2018

Asesinato express

Hoy me ha dado envidia un mosquito, he pensado: seguro que esa sangre era dulce. Con eso he decidido que o bien me estoy volviendo mucho más loca, o más me vale encontrar un vicio sano con el que sustituir al otro. Sé que suena muy chungo, con el tabaco lo hice, el sustituto fue el agua, que ya me diréis, así que con tal de que sea adicción, me funciona. He pensado en llevarme zanahorias baby al trabajo, y cuando me apetezca mogollón comer chocolate negro o echarme azúcar en el café, a morder zanahorias. 



Ya os contaré, porque he tenido un inicio de trabajo durillo, mucha carga de trabajo y compañera a día de hoy incompetente, o sea, muy mala combinación. Solamente os digo que estoy localizando dónde están los puntos muertos de las cámaras de vigilancia del centro donde trabajo porque me han dicho que las escaleras pueden ser muy resbaladizas, y las estanterías de libros pueden caer encima de alguien (demasiadas series de crímenes durante el verano).

divendres, 7 de setembre del 2018

Adicta al azúcar

Bueno, mis queridos lectores, esto funciona, ya llevo dos kilitos menos en mi haber y es un buen refuerzo positivo, al final me voy a creer a mi recién encumbrada endocrina como la más mejor del reino con lo de que me iba a ver recompensada, a pesar de soñar constantemente que soy una liebre que, en lugar de perseguir a una zanahoria como señuelo para hacerla correr más, persigue a una chocolatina cuadradita, pequeñita y de una pureza de chocolate negro que olfativamente me atre irremediablemente.


Lo sé estoy con el mono, pero es que ahora mismo sería capaz de correr detrás de un bomboncito o de un terrón de azúcar, y por primera vez en este blog no va con segundas, no me refiero a dos buenorros bien fornidos, soy adicta al azúcar... ¿vendría a llamarse azucaroinómana? Ay, no sé, pero yo hace unos días no hubiese corrido por nada del mundo, como mucho para que no se me escapara el cercanías, y no lo tengo muy claro. Además, que no sé correr, hago unos aspavientos rarísimos, lo mío es andar rápido, más estilo zombi con hambre.

dijous, 6 de setembre del 2018

Me dieron la copa

Seguramente, como con toda adicción, mi desenganche del azúcar va a llevarme a estar un poco monotemática con el tema, y os va a tocar aguantarme, prometo que no va a durar mucho. Como todavía hace buen tiempo, me llevo al roncador a pasear, vamos a buen ritmito y cuando llevamos casi una horita o nos apetece nos bañamos, más o menos ir y volver del pueblo de al lado, es lo que tiene vivir en un pueblo costero; porque la endocrina dijo que hasta que no caminas mínimo 20 minutos seguidos no contaba como ejercicio (vaya, que no quemas nada).



Al grano, que me disperso, voy a contaros la alegría que me dio ayer la pulsera cuenta pasos barra reloj (sí, pongo la barra con todas sus letras porque me mola más) que me regaló el roncador: estábamos ya de vuelta, yo apretando fuerte el power house que me enseñó la profe de pilates (viene a ser un poco como cuando quieres esconder la barriga y te pones en modo faja esconde todo lo que puedas) para tener un abdomen fuerte y sentir que soy una mujer fuerte y cachas, y no puedo evitar pensar en los Power Rangers (ya conocéis el devenir de mi mente estrafalaria). Bueno, pues en esas estaba, que me pegó un zurriagazo el reloj, con lo que ya me veía en urgencias por mezclar sudor, agua salada y pulsera que da calambres, pero no, la pulsera me mostró una copa y ese fue mi premio (a mí me hubiese molado más una cucharilla de azúcar, pero me conformo con la copa).

dimecres, 5 de setembre del 2018

Belleza robada

Tengo que confesaros algo: ME HE PUESTO A DIETA. Y lo pongo en mayúsculas porque para mí, más que un reto, es una venganza divina. Me explico: siempre he sido delgada, de esas que se comían la Nutella con cuchara de sopa directamente del bote, pasando de hacer ejercicio porque cansa... o sea, de las que dan rabia. Y ahora la divina providencia, una sobredosis mal recetada y administrada de cortisona, un más que probable problema de tiroides, y que soy adicta al azúcar, me han cambiado el metabolismo.



En resumen, conmigo el karma ha sido de lo más (palabrotas terribles) que os podáis imaginar. Con deciros que la dieta consiste en hacer más comidas entre horas y las únicas restricciones son: nada de azúcar (moriré) y leche desnatada, a esto último debo añadir que nunca me ha gustado mucho la leche, de hecho no como ni yogures, ni queso, ni nata, ni nada que se le parezca, pero ese poco natado que no lleva el desnatado lo echo tanto de menos como si me hubieran arrancado a un gran amor (lo siento, roncador), y me ha creado tal desdicha que entre una cosa y otra me voy a poner a escribir poemas tristes de añoranza al azúcar y a la nata, al más puro estilo bardo de Astérix y Obélix.

dimarts, 4 de setembre del 2018

Trabajar cansa, no dignifica

Voy a hacer una petición: que empiece ya el fin de semana, ¡por favor!. A mí lo de que trabajar dignifica me la trae muy floja (con perdón, pero es que este dicho tiene miga), a mí lo único que me provoca es agotamiento. Estoy sin fuerzas, como sigamos así tendré que bajar el ritmo. Aunque tengo un alumno que cuando me ve suele decirme "Lisendra trabaja poco"... y por su culpa ya casi todo el mundo me llama así, el pobre es chino y no hay manera de que lo pronuncie bien; aunque yo también me vengo a menudo y le cambio el suyo (para el caso, difícil de pronunciar en nuestra lengua), así que lo llamo Joan Josep, que queda muy catalán. 


Por si alguien se lo estaba preguntando, aunque creo que en una entrada hace años luz lo comenté, mi nombre es Elisenda y mi primo lo deformó hasta el que firmo en el blog, que para mí es mucho más familiar: Ses. Aunque tengo que reconocer que al final soy una curranta, creo que me lo dice por venganza, porque cuando lo veo muy ocioso le canto una especie de mantra que versa "Trabaja, trabaja, trabaja" que lo saca de quicio (lo sé, soy mala y como docente adopto una risa maléfica y malvada que en el fondo es encantadora)

dilluns, 3 de setembre del 2018

Cafeína, por favor

Me encuentro mal, no sé qué tengo, es un malestar general que se inició ayer, justo después de programar el despertador para estas horas en las que ni siquiera el sol quiere despertarse. Después de esnifar cafeína directamente de la capsulita de la Nespresso, creo que he empezado a ser persona, aunque me he llevado un par de paquetes de 10 por si me entra el mono por el camino.


Hoy espero que todos lleguen al trabajo como yo, porque como me hagan muchas preguntas, no respondo, literal. De todos modos, me he hecho un medio guión por si se ponen muy pesado, del palo "sí, las vacaciones han ido bien, pero ya ni me acuerdo de ellas, se olvidan tan rápido". "No, no hemos ido a ninguna parte, porque nos lo gastamos todo en una sierra eléctrica, que no dudaré en usar si no dejas de interrogarme".

diumenge, 2 de setembre del 2018

Domingo de lamento

Todavía no he vuelto al trabajo y ya estoy pensando en las Navidades, suerte que adoro mi trabajo, porque de otro modo no sé cómo lo soportaría. Dicen que la vida es cuestión de actitud: pues os aseguro que hoy voy a pasarme todo el día en el sofá llorando y lamentándome, así mañana igual ya estoy más animada; porque a mí lo del positivismo y las frases de autoayuda y de ánimo me sacan de quicio, así que mejor lo saco todo de golpe y el resto de días voy tirando con las vitaminas y la Jalea Real.


Eso sí, me guardo el Jarabe de la tos para momentos más tristes, hacia mediados de noviembre, que dicen que no coloca, pero el roncador se lo pimpla que da gusto.
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