Soy una persona muy desordenada, pero lo disimulo teniéndolo todo milimétricamente ordenado; es decir, como sé que no voy a encontrar nada, intento que esté todo bien clasificado y guardado, dando apariencia de TOC (aunque un poquito también). Antes, cuando vivía en un pisito de 20 metros cuadrados, tampoco encontraba nada, tenía techos altísimos y llené las paredes de armarios de estanterías altas, era una locura. Ahora, que tengo una casa de tamaño burgués, aunque es más de estilo aristócrata venida a menos porque se cae a cachos (recordad la viga y el tejado), todo se complica más, y parece la búsqueda del tesoro (me anoto la idea de hacerme un mapa para el año que viene, con una cruz o pegatinas de las prendas que busco, que señalen el lugar exacto).
En días como hoy, en los que además las elevadas temperaturas me tienen frito el cerebro y todo lo que esté expuesto al ambiente, me propongo encontrar algo y eso me lleva a una búsqueda encadenada. Me explico: he empezado buscando la funda del sofá y he encontrado la que perdí el año pasado, no la que terminé comprando por desesperación (supongo que en la próxima temporada aparecerá), eso me ha llevado a encontrar una tela preciosa que adquirí pensando que compraría otra y las uniría, porque me quedaba corta (spoiler, la compré y nunca las he visto a las dos juntas). En eso, he visto unas mariposas blancas, preciosas para decorar y usar de colgadores, que no encontré en mi otro piso y colgué solamente de color naranja (esas andan ahora desaparecidas). Y así durante dos horas en las que me he topado con la parte de abajo de un pijama, sin su parte de arriba; y el perfume que en junio recordaba haber comprado en febrero. Lo dejo o me veo hallando restos romanos.
Y lo divertido que es ir haciendo descubrimientos.
ResponEliminaAsí nunca te aburres. Un beso
ResponEliminaVivís entre el orden y el desorden, en forma simultánea.
ResponEliminaQue curioso. Un beso.