Hoy empieza todo

Sé que os morís de ganas de saber qué hice ayer por la noche para despedir el año, pues bien, lo que hago siempre y en lo que me acompaña mi querido roncador (a pleno pulmón): dormir. Sí, señores lectores, ya podéis decir que soy un muermo y que así no se empieza el año, pero eso son pamplinas, qué mejor manera de empezar que bien descansaditos.

Y hoy tampoco estoy para muchos trotes, nada de comidas familiares ni compromisos (aunque estuvimos a punto de no poder evitarlo, ya se sabe). En resumen, día de sofá, vaguear y hacer bien poco, por no hacer no pienso ni cocinar (bueno, si al roncador le apetece, pues que cocine él, que se le da de fábula).

Pues eso, que ni resaca ni cansancio. Mientras tú estabas ayer de bailoteo y te atragantabas con las uvas, en mi casa estábamos en pijama, con mantita y uno de nosotros roncando (que es lo suyo). No recuerdo las últimas campanadas de nochevieja que escuché, probablemente unas en las que todavía era jovencita y empezamos el año mi madre y yo discutiendo porque no me daba la gana de comerme las uvas, poque nunca me han gustado ni me gustarán. Para comenzar enfadados, mejor roncamos.