La otra noche

La otra noche me desperté y el roncador no estaba en la cama, ¡ni las gatas! (no sé cuál de las dos cosas es más rara). Me levanté alterada y vi que había luz en el comedor, estaba viendo la tele a altas horas de la madrugada. Lejos de estar viendo porno como cualquier marido normal, lo pillé viendo el MasterChef, eso me dejó anonadada y algo decepcionada, es que incluso para esto es un encanto de hombre, a mí, esto de que no me dé motivos de queja, con lo que disfruto haciéndolo...

A ver si ahora, que está en esa época de la vida de cualquier hombre en la que parece que no hayan tenido juventud, es decir, los 40, 50 y hasta que la muerte los separe de la fijación de ser jóvenes, me va a salir con que quiere cambiar de profesión y se me va a hacer cocinero. Bueno, mira, es mejor que lo de gastarse el dinero en un Porsche (porque lo de las mechas o la permanente no puede, por lo de ser calvo, así que no le queda mucho por hacer).

Bueno, yo también miro la Fórmula1 y ni siquiera tengo carné ni intención de tenerlo. Igual es un tema platónico. Pues, cariño, vete entrenando platónicamente haciendo de cocinillas en casa, que a mí lo de comer se me da muy bien.