Me ha tocado natación

Este trimestre me toca acompañar a los alumnos a piscina, con lo que lo odiaba ya de pequeña (educación física en general, que conste), con ese olor a cloro, la temperatura ambiente de una sauna, y lo único bueno, que podrían haber sido los socorristas, resulta que al que tiene pinta de surfero le ha tocado con el otro grupo, a mí el señor mayor y con malas pulgas (maldita mi suerte). Total, que salgo de ahí, a pesar de ir vestida, totalmente bañada, con el pelo todavía más lacio y sudada. Y ya no os digo lo que es mantener el tipo ahí dentro con la mascarilla puesta. 

A mi petición oficial de hacer natación en la piscina que está en el aire libre, se rieron a carcajadas; por lo menos me pondría algo morenita, y ya si me dan una copichuela, pues feliz de la vida. Todo lo contrario, llego a casa con ganas de una ducha y de que vuelva el invierno, que es cuando tendríamos que hacer esta actividad. Lo peor es que seguramente pierdo peso con cada sesión, pero llego tan cansada y tan tarde a mi querido hogar, que devoro lo que sea (y suele llevar chocolate).