Me vuelven muy loca los relojes, siento una irremediable atracción por ellos, esos eternos controladores del tiempo - hasta que se me acaba la pila, que eso me pasa con anual frecuencia, y habitualmente todos a la vez -. El caso es que solamente los uso para el trabajo, porque me estresa profundamente que el reloj siga midiendo mi tiempo libre, así que es salir del curro y se queda encima de la mesita de noche.
Mi madre dice que hago un uso funcional de ellos, pero luego veo uno que me gusta y me lanzo. ¿Cómo puede ser que no me guste usarlos y, en cambio, me vuelvan tan loca? Uy, parece que hable de otra cosa (mente perturbarda, calla). El caso es que el tiempo es algo tan maravilloso que a veces un minuto dura infinito y otros ni nos damos cuenta de que ha pasado, y entonces no puedo evitar pensar en El Perseguidor, de Cortázar (y en una semana, vuelta al trabajo).
Cada cual tiene sus caprichos. Un beso
ResponEliminaA mí me pasaba lo mismo, los usaba del mismo modo. Llegó el confitamiento, y ahora es raro el día que me pongo uno, y, si lo hago, es a modo de adorno, rara vez lo miro.
ResponEliminaSomos una familia adicta a los relojes de pulsera, no te voy a decir cuantos tengo pero son unos cuantos y ahora con el reloj inteligente ya no los utilizo, se han quedado todos en sus estuches. Un abrazuco
ResponEliminaEspera a estar jubilada. Muchos jubilados me dicen que cuando llega la libertad laboral, el tiempo adopta unas dimensiones y connotaciones nunca antes experimentadas, de tal modo, que apenas miras el reloj.
ResponEliminaYo soy al revés, nunca uso reloj (curiosamente suelo tener bastante tino para intuir la hora) y a Manolo le encantan, tiene una colección de ellos...y curiosamente, no hay día que no me pregunte la hora dos o tres veces XD
ResponEliminaBesitos.
yo no llevo reloj de pulsera desde hace como quince años, pero miro la hora en el móvil, con lo cual, para el caso...
ResponEliminaen la uni, en las clases de dos horas del tirón sin descanso, me proponía no mirar la hora, pero era inevitable.
Tus relojes ya estarán temblando de emoción por la vuelta a tu muñeca..tú por la vuelta al trabajo...no tanto
ResponElimina;))
No te creas, tengo muchísimas ganas de volver al cole.
EliminaLos uso muy a menudo, pero a veces siento lo mismo que tú ❤
ResponEliminaLo dije hace poco en un comentario: "¡¡¡cuando me jubilé me regalaron 4 relojes!! No hay mayor ironía. No quiero saber el valor en euros de los cuatro... pero en la muñeca llevo uno de 23 euros, de Amazon, que mide los pasos, ritmo cardiaco, sueño... En una caja tengo no sé cuántos preciosos ejemplares vomitando el tiempo tontamente.
ResponEliminaBss
Creo que es porque te gustan los diseños de los relojes, su apariencia, que puede tener algo de artístico. Y no aquello con que están relacionados, las obligaciones, lo que hay que hacer a cierta hora.
ResponEliminaUn abrazo.
Los relojes son una bonita manera de pretender atrapar el tiempo. A mí también me gustan, pero no tanto los de muñeca (a ésos, ahora, sólo les pido que se vean bien las agujas y las horas). Antes en mi casa, miraras a donde miraras te encontrarías uno. Eso ya cambió. El paso del tiempo, ya sabes...
ResponEliminaBesos
Con los relojes me pasa como con los coches: uno que sirva. No necesito más.
ResponEliminaSalu2.
A mí me gustan las libretas y los cuadernos bonitos, pero después me da lástima utilizarlos.
ResponEliminaTodos tenemos nuestras rarezas.
Besos.
Tiempo es lo único que no nos deja vivir libres, saludos.
ResponEliminate gusta su estética pero no tanto su uso, es lógico. Yo no uso porque soy un impuntual eterno y no me quiero hacer cargo. Aunque hoy con los teléfonos no tengo escapatoria. Saludos!!
ResponEliminaque post mas genial , que contradiccion la tuya. Yo no uso relojes, solo el celular y un reloj que viene incorporado al microondas. Estoy pendiente del tiempo, pese a que no los uso! tambien una contradiccion jaja. En cuanto a lo estetico, indiscutible los hay bellisimos! Beso y buen fin de semana
ResponEliminaEl tiempo mide nuestras vidas, y es terrorífico pensar que no se puede parar. Pero a veces olvidamos que sí lo podemos ralentizar y adecuarlo a ritmos vitales mucho más humanos del que pretenden imponernos
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