En cambio, en un concierto de música clásica, por ejemplo, cuando aparecen en escena, hala, todos a aplaudir, menos yo, claro, porque no sé si me va a gustar o no, ni si van a despertar en mí esa necesidad de elogiarlos. Pongo un ejemplo: el barrendero de mi pueblo, el otro día, me dejó la calle como los chorros del oro, que no le aplaudí porque eran las 7 de la mañana, a pesar de que la cosa era para darle un olé. En resumen, hay que ser muy ególatra para esperar que cada vez que sales al escenario la gente responda con una ovación, que ya voy motivada y he comprado mi entrada... y a esta gente no le basta con el sueldo, también necesita el reconocimiento. Anda, que si me hubieran dejado elegir a mí quién vivía y quién no en un circo romano, no sé yo cómo hubiera ido la cosa. Ahí lo dejo.
dilluns, 10 de setembre del 2018
Aplausos
Hay algo que nunca entenderé del teatro, de los conciertos y, en general, de los espectáculos con público: los aplausos. A ver, a mí cuando algo me gusta mucho, aplaudo. Puede ser algo que me comentan, una disertación, incluso un espectáculo; pero lo que no espero es que cada vez que trabajo me aplaudan, y eso que me pongo delante de 30 niños y me monto un espectáculo que chapó, ríete tú de cualquier monologuista del club de la risa.
En cambio, en un concierto de música clásica, por ejemplo, cuando aparecen en escena, hala, todos a aplaudir, menos yo, claro, porque no sé si me va a gustar o no, ni si van a despertar en mí esa necesidad de elogiarlos. Pongo un ejemplo: el barrendero de mi pueblo, el otro día, me dejó la calle como los chorros del oro, que no le aplaudí porque eran las 7 de la mañana, a pesar de que la cosa era para darle un olé. En resumen, hay que ser muy ególatra para esperar que cada vez que sales al escenario la gente responda con una ovación, que ya voy motivada y he comprado mi entrada... y a esta gente no le basta con el sueldo, también necesita el reconocimiento. Anda, que si me hubieran dejado elegir a mí quién vivía y quién no en un circo romano, no sé yo cómo hubiera ido la cosa. Ahí lo dejo.
En cambio, en un concierto de música clásica, por ejemplo, cuando aparecen en escena, hala, todos a aplaudir, menos yo, claro, porque no sé si me va a gustar o no, ni si van a despertar en mí esa necesidad de elogiarlos. Pongo un ejemplo: el barrendero de mi pueblo, el otro día, me dejó la calle como los chorros del oro, que no le aplaudí porque eran las 7 de la mañana, a pesar de que la cosa era para darle un olé. En resumen, hay que ser muy ególatra para esperar que cada vez que sales al escenario la gente responda con una ovación, que ya voy motivada y he comprado mi entrada... y a esta gente no le basta con el sueldo, también necesita el reconocimiento. Anda, que si me hubieran dejado elegir a mí quién vivía y quién no en un circo romano, no sé yo cómo hubiera ido la cosa. Ahí lo dejo.
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Pues hay gente que lo espera hasta cuando acaba una clase XD
ResponEliminaUn besito.
en una entrega de premios en la que estuve hace unos meses, el público aplaudía a cada frase que decían los que salían al escenario. y no puedes dejar de aplaudir, porque quedas como antipático... acabé agotado.
ResponEliminaTotalmente de acuerdo. Como reza el dicho: "lo poco gusta y lo mucho cansa". Cosa que también tiene sus excepciones :-)
ResponEliminaUn besito