Tengo que confesaros algo: ME HE PUESTO A DIETA. Y lo pongo en mayúsculas porque para mí, más que un reto, es una venganza divina. Me explico: siempre he sido delgada, de esas que se comían la Nutella con cuchara de sopa directamente del bote, pasando de hacer ejercicio porque cansa... o sea, de las que dan rabia. Y ahora la divina providencia, una sobredosis mal recetada y administrada de cortisona, un más que probable problema de tiroides, y que soy adicta al azúcar, me han cambiado el metabolismo.
En resumen, conmigo el karma ha sido de lo más (palabrotas terribles) que os podáis imaginar. Con deciros que la dieta consiste en hacer más comidas entre horas y las únicas restricciones son: nada de azúcar (moriré) y leche desnatada, a esto último debo añadir que nunca me ha gustado mucho la leche, de hecho no como ni yogures, ni queso, ni nata, ni nada que se le parezca, pero ese poco natado que no lleva el desnatado lo echo tanto de menos como si me hubieran arrancado a un gran amor (lo siento, roncador), y me ha creado tal desdicha que entre una cosa y otra me voy a poner a escribir poemas tristes de añoranza al azúcar y a la nata, al más puro estilo bardo de Astérix y Obélix.
En cuanto que lleves unas semanas sin tomar azúcar, no la echas de menos. Y te vas a alegrar, porque temas de peso aparte, es malísima para la salud en general.
ResponEliminaUn besito y ánimo.
Gracias, Noelia.
Eliminaya lo siento, ses. es que tenemos que estar todo el tiempo controlando lo que comemos, como si no tuviéramos suficientes preocupaciones en nuestro día a día, es un coñazo.
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